Sergio Godoy Di Renzo es argentino pero desde hace más de 20 años vive en Europa y hace cinco años creó su propia empresa de relojes en Suiza con la que hoy exporta sus productos a distintos países. En esta nota, Sergio cuenta cómo su pasión se transformó en un estilo de vida y porqué a veces es importante no seguir los caminos preestablecidos.
De arquitecto a relojero
Entre el 2000 y el 2001 Argentina vivió una de sus peores crisis económicas, con miles de desocupados, alta inflación y el famoso corralito. Ante este panorama, muchos argentinos decidieron armar las valijas y partir en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias.
Entre aquellos jóvenes (y no tanto) que se subieron a un avión con una valija cargada de ilusiones se encontraba Sergio Di Renzo, un chico de 25 años, descendiente de italianos y arquitecto que eligió a España como destino final para comenzar una nueva vida. Lo que no sabía era que a partir de ese momento, su vida iba a cambiar radicalmente, para siempre.
¿El motivo por el que decidiste irte a Europa tuvo que ver estrictamente con la situación del país o era una posibilidad que ya barajabas en tu cabeza?
“Creo que fue el contexto argentino lo que me llevó a emigrar. A mí me gustaba mucho vivir en Buenos Aires, dejé muy buenos amigos allá. La realidad es que no tenía ganas de irme, pero con 25 años veía que la situación se podía complicar y decidí partir. Tuve la suerte de tener un contacto que me pudo asegurar un trabajo en España y con ayuda de mi familia viajé allá. No fue una experiencia traumática pero tampoco es algo ideal irte del país de esa manera.
Afortunadamente el hecho de contar con la ciudadanía italiana hizo que la llegada fuera más fácil pero tuve que atravesar un proceso intenso”.
¿Y cómo fue que llegaste a Suiza y terminaste lanzando tu propio negocio?
“Viví muchos años en España trabajando como arquitecto hasta que surgió una oportunidad laboral en Suiza así que nos mudamos con mi familia. Al llegar, comencé a buscar nuevas oportunidades de crecimiento profesional y descubrí que había un curso de diseño de relojería. Siempre me había interesado el mundo de los relojes así que me anoté”.
“Un poco de casualidad y muy tímidamente me lancé a hacer eso, me gustó mucho y una cosa llevó a la otra; empecé a hacer mis primeros diseños, que luego se convirtieron en prototipos, y en esa época estaban de moda las plataformas tipo “kickstarter”. Así que un día me dije “¿por qué no presento el producto ahí?” Armé una primera campaña que fue muy bien, luego una segunda y ya la tercera me permitió establecer mi propia marca de relojes. Hoy en día tengo lo que se conoce como una ‘microbrand’, una pequeña marca que se llama “Di Renzo” donde básicamente diseño y produzco relojes mecánicos para un grupo de gente interesada en ese tipo de producto que es como un hobby para ellos, una pasión.
Estos relojes se venden en pequeñas cantidades y se distribuyen, sobre todo, en Europa y en Estados Unidos”.
Tu apellido es de orígen italiano, ¿de dónde vienen tus raíces italianas?
“Mi familia viene de un pueblo que se llama Bomba, ubicado en la provincia de Chieti, cerca del Adriático. Esta zona se caracteriza por tener muchos Di Renzo aunque los hay por todo el mundo. Incluso pasó algo muy gracioso y fue que cuando comencé con el negocio de los relojes, se contactaron varios Di Renzo de distintas partes del mundo para comprar mis productos. Fue una grata sorpresa.
Tuve la suerte de viajar a Bomba y conocer a mi familia de allá y mantengo contacto con mis parientes cercanos y también con los más lejanos. Pero, básicamente, en lo que respecta a mi historia familiar, había dos hermanos Di Renzo, uno de ellos era escultor y resulta que fue el autor de varias obras en el pueblo; muchas de sus pinturas y trabajos están en la iglesia de Bomba, también trabajaba con la madera, un artista muy completo. El otro fue el que viajó a la Argentina y formó su familia de la cual provengo. De hecho, en Argentina hay varios Di Renzo y muchos están vinculados con el arte, un tío mío es violinista en el Teatro Colón, tambíen hay pianistas, celistas así que indudablemente hay algo en la genética de la familia que nos ha llevado por esos lados”.
¿En algún momento pensaste, o pensás, en volver a Argentina?
“Lo veo muy difícil porque acá ya tengo a mi familia, mi hijo nació acá. Trato de ir seguido pero no veo viable radicarme allá, sobre todo con mi negocio actual. Además, ya hace más de veinte años que me fui y cada vez que pasa el tiempo se vuelve más difícil aunque conocí a mucha gente en estos años que se fue en la misma época que yo y que volvió. Vivir afuera tiene su costo, su precio, no es fácil; hay que poner las cosas en la balanza y evaluar todas las posibilidades antes de tomar una decisión. Hay gente que lo lleva bien y a otros les cuesta más.
Lo que sí me parece una lástima es que la gente se tenga que ir. Sé que ahora hay otra ola de emigración importante y es un poco triste que las cosas tengan que ser así, que la gente se tenga que ir casi por obligación; uno debería poder irse porque tiene ganas de vivir otra experiencia”.
¿Cómo te decidiste a dar el salto y empezar a diseñar relojes?
“Siempre tuve ganas de llevar a cabo emprendimientos, de hacer cosas diferentes, y tenía ganas de arrancar un proyecto propio, algo mío, para no tener que seguir trabajando en relación de dependencia. Sin embargo, no fue un cambio radical, fue algo que se fue dando gradualmente, casi de manera natural. Empecé de a poco con la primera campaña y aún en la segunda yo seguía con mi trabajo vinculado al rubro de la arquitectura. Cuando vi que el negocio ya estaba establecido como para vivir de eso, recién ahí hice el cambio. Traté de no generarme una presión pensando que tenía que funcionar sí o sí. Además, quería que fuera algo hecho con mis propios medios, sin necesidad de recurrir a préstamos o ayuda externa.
Por otro lado, trabajé muchos años como arquitecto y es una profesión muy agotadora y exigente, necesitaba un cambio”.
¿El diseño de los relojes es “on-demand” o los productos siempre nacen de una idea tuya?
“Los diseños siempre nacen a partir de una idea mía. Obviamente, hay inspiración, temas de diseño en general que me llaman la atención vinculados a la aviación y al automovilismo que inspiran a la marca. El leit motiv de la empresa es que somos retro futuristas, así que hay elementos del pasado proyectados hacia el futuro. Tenemos un ADN y una manera de trabajar y ver las cosas en base a lo que me interesa. Sé que no le va a gustar a todo el mundo, pero a mí me interesa que le guste a un cierto tipo de persona y no es que tengo que vender grandes cantidades. De hecho, lo que busca la gente que compra mis relojes es mi visión personal de resolución a un problema en particular”.
“Si por ejemplo busco feedback y escucho opiniones. También le muestro las ideas que tengo a un grupo determinado y discutimos, retocamos detalles, etc. pero no es un tipo de diseño armado en serie porque sino el producto pierde fuerza. Es importante que cada reloj nazca de una idea mía y llevarla hasta el final, con todo lo positivo y lo negativo que eso implica. Es cierto que hay mucho riesgo en esa manera de trabajar, pero también la satisfacción es muy grande cuando algo gusta mucho. La clave está en controlar el riesgo del diseño, la cantidad de piezas que producís y el precio, pero es un aprendizaje diario y un desafío interesante.
La marca es joven, hace cinco años que comencé y para una empresa de relojes eso es poco. Estoy aprendiendo mucho de todos los procesos, desde el diseño hasta el packaging. Claramente no tengo todas las respuestas, pero sí intento que la parte que más me gusta, que es el diseño, sea disfrutable”.
Con la experiencia de hoy, si pudieras volver el tiempo atrás, ¿qué le dirías a aquel Sergio de hace más de 20 años que estaba a punto de embarcarse rumbo a otro país?
“Le diría que se anime a hacer lo que le gusta. Me arrepiento de no haber hecho esto antes, de no haberme lanzado a hacer emprendimientos antes, porque cuando hacés algo con mucha pasión, tenés gran parte del trabajo hecho. A veces social o culturalmente la vida nos lleva por un camino preestablecido, pero hay que tratar de mirar un poco más allá. Es importante buscar la manera de estar más atento a lo que está pasando y probar cosas nuevas, preparase, estudiar. No siempre hay que elegir los caminos que parecen más seguros“.
¡Una historia inspiradora! Gracias