Cafone, según el diccionario, es un sustantivo masculino. Describe a alguien privado de buen gusto, de tacto. Pero en su origen se refiere a lo campesino. Podemos concluir sin temor a equivocarnos que cafone y campesino son sinónimos. Ahora bien, en una era en la que todo el mundo quiere “pertenecer” y “encajar”, lo cafone es todo aquello de lo que hay que alejarse. Yo opino todo lo contrario. Que es algo maravilloso. De lo que no se puede escapar. ¡Gracias a Dios! Que está en el ADN. Es más, es lo más magnético, lo más atractivo de lo italiano. Lo que atraviesa a las generaciones. Y aun persiste. Casi como marca. Seguramente tu abuelo, o el abuelo de tu abuelo era campesino. Y eso está buenísimo.
Aristocracia arrabalera
No importa si era un príncipe o un duque (que no creo). Quizás hasta era analfabeto. No estoy haciendo apología de la ignorancia, claro está. Si no, yendo al punto. A la esencia. Esa “aristocracia arrabalera” que tan bien utilizo Piazzolla para definir a Aníbal Troilo. Claro que muchos quieren escapar corriendo de lo cafone. Dejarlo atrás como al pasado. Algo que les da vergüenza. Que genera un cierto complejo de inferioridad. De lo que hay que huir. Por eso algunos necesitan ampararse en lo académico y en la prosperidad económica. Casi como una coartada. Pero a la vuelta de la esquina está. Es la insolencia detrás de la belleza de Sophia Loren, Ornella Muti o María Grazia Cucinotta. Ni que hablar de Ana Magnani. Que no decir de ese rostro y talento. Que cautivo a gigantes internacionales como Marlon Brando o Tennessee Williams.
Gigantes
El enorme Totó, que conquistó a todos con su sátira y humor, sumergiéndose de lleno en el ridículo. Esto ya lo sabían genios como Fellini (que triunfó internacionalmente), o Plauto. Cuanto más miedo al ridículo, más se ampara la persona en el prestigio y los títulos. Commendatore, doctor, licenciado, excelencia, profesor, ingeniero etc. De todas manera una cosa no excluye a la otra. Lo importante es no quedar en la forma, en lo superficial. Si no ir al fondo. Al contenido. No importa a lo que te dediques. Detrás o debajo de eso hay algo de “Los Campanelli“. Cuanto más quieras disimularlo más se nota. Tenes que abrazarte a eso. Y disfrutarlo. A veces se quiere tapar un poquito esta cuestión. Y para mí es la más linda. Es como un rostro que no encaja con un traje (puede ser el de Memmo Carotenuto o Tiberio Murgia).
Tanada
Muchas veces lo cafone tiene que ver con la “tanada”. Ese intento vano por tener sangre de pato (no somos ingleses claro está), que aunque se cuente hasta mil, sale. Es como una especie de llave térmica que en algún momento salta. Esas explosiones “alla” Pacino. Sin hacer apología del gritar ni nada parecido. Esto es algo que va desde el sur hasta el norte. A veces lo cafone viene por lo excesivo. Desde la comida hasta el vestir. Rozando lo kitsch. Cuanto menos humor se tenga, más uno se ve a querer asociar con Dante Alighieri o Leonardo Da Vinci. Como si ponerse al amparo de su prestigio nos alejara del abuelo campesino. Yo creo que es al contrario. Una muestra del complejo de inferioridad. Conviene no luchar contra esa fuerza centrípeta. Que nos lleva como un imán al origen campesino. ¡Por suerte! ¡Amemos lo cafone! Somos eso
👍
Grazie!
Muy lindo artículo, es un término que hace referencia a esa sabiduría propia que adquirían esos campesinos de la vida misma, sabiduría que como bien decís, no podía adquirirse no aún volcándose en losmejores libros. Que orgullo ser ñietade un “cafone”, porque sabes, todo el estudio que tengo, jamás podrá igualarse con esa sabiduría que tenía mi abuelo de “saber vivir”. Un abrazo!
Muchas gracias por tus palabras Lau!!