María Evangelina Nicoll tiene 42 años y es oriunda de Buenos Aires. “Viví 10 años en la hermosa Tandil, y hace seis meses estamos viviendo en Turín con mi marido y mi hija de 10 años”, cuenta. María Evangelina no solo es abogada sino también licenciada en Psicopedagogía y docente de nivel inicial. “Antes de emigrar a Italia, trabajaba en mi propio estudio jurídico en Tandil”. Hoy, medio año después de haber partido hacia tierras europeas, nos relata su experiencia y los motivos que la llevaron a tomar esta decisión.
María Evangelina Nicoll: en permanente búsqueda de una mejor calidad de vida
Si bien la familia paterna de nuestra entrevistada era de Irlanda y de Escocia, su familia materna era de San Secondo de Pinerolo (Piamonte), una localidad ubicada a pocos kilómetros de donde ella vive actualmente. “Quizás, fueron ellos, mis antepasados, los que me inspiraron a buscar siempre la mejor calidad de vida. Lo hicimos con mi marido en el 2010 al mudarnos a Tandil. Y lo volvimos a repensar al ver la situación actual de nuestra Argentina”, explica María Evangelina.
Reflexiones que empujan a tomar decisiones
“Lo que más me preocupa de Argentina no es tanto la crisis económica, porque siempre tuvimos vaivenes. Me preocupa la crisis de valores. La desidia, el aceptar cosas como ‘normales’ cuando no deberían serlo. El agradecer que estés con vida luego de asaltarte. El tener seis tipos de dólar distinto, y tener que volverse un experto en economía para que, lo que ganaste con esfuerzo, no se diluya. O vivir con miedo a que el Estado se apodere impunemente de tus ahorros. La impunidad en general. No se puede vivir con miedo, con ansiedad permanente. No quería eso para nuestra única hija”.
Fue entonces que, un día, nuestra entrevistada lo habló con su marido. “Sumado a mis planteos, él agregó: ‘Solo vivimos una vez. Si queremos hacer esta experiencia, ¿qué estamos esperando?’. Y así fue que lo fuimos planeando, organizando. Y luego de un año y medio de plena pandemia, nos subimos a ese avión que nos llevaría a la aventura más grande de nuestras vidas”.
María Evangelina Nicoll: nuevo país, nuevas experiencias para todos
María Evangelina recuerda que sus primeros días fueron un cúmulo de trámites, entre ellos, fijar residencia, ir al ASL, tramitar la carta d’identità, etc. “Desde Argentina, habíamos podido reservar un departamento en Turín y por eso pudimos estar tranquilos. Nuestra hija empezó la escuela a la semana de haber llegado y sus maestros y amigos la recibieron súper bien. Tenía una maestra que le enseñaba italiano dentro de la escuela. Nos dieron los libros gratis. Y en tres meses, pudo hacer cinco pruebas en italiano y pasar a ‘la quinta’, el último año de primaria. Salieron de excursión y fueron a cenar pizza de fin de año con sus maestros y compañeros. Luego, hizo en la parroquia del barrio el ‘Estate Ragazzi’ (una colonia de verano), donde fueron a la montaña por una semana y, después, tuvieron juegos y salidas diarias a museos, pileta y parques de la ciudad”.
María Evangelina Nicoll: “No soy la misma que partió”
Si bien María Evangelina sostiene que Italia es maravillosa e infinita, también explica que no todo siempre es color de rosas. “Porque no solo estamos los que nos vamos, también están ‘los que se quedan’. Porque hoy la tecnología te acerca, pero también se debe aprender a convivir sin el abrazo, sin la mirada, con cuatro o cinco horas de diferencia, con un clima opuesto. Aprendés a saludarte virtualmente en las fechas especiales, como cumpleaños o días de la madre, del padre, del niño. Sin dudas, emigrar te atraviesa, te modifica tu identidad. Porque a medio año de haber emigrado, siento que no soy la misma que partió. Y me encanta mi versión actual. Te abre la mente, te regala adaptabilidad, resiliencia, la capacidad de disfrutar cosas que antes pasabas por alto. Y, sobre todo, la sensación de sentirte muy vivo”.
Como en casa
Nuestra entrevistada asegura sentirse mucho más unida a sus antepasados. “Los entiendo, los valoro, honro y agradezco el haber tenido, ellos, la fortaleza de emigrar, cuando todo era mucho más difícil y lejano. Al poquito tiempo de estar en Turín, pude ir a San Secondo con mi familia. No puedo explicar la sensación de familiaridad que sentí. Mi mente sabía que nunca había pisado esas calles, pero las sentía como mías. Poder ver la iglesia donde se bautizó mi avo, poder recorrer las calles, mirar las mismas montañas que veía todos los días, ver a mi hija jugar en esa plaza”.
Antonio Giovanni Battista Boero, cuenta María Evangelina, partió a Egipto a casarse en Alejandría y tener a su primer hijo. Luego, se vieron obligados a huir por la invasión británica. Y fue entonces que emigraron a Argentina, más precisamente a San Jorge, Santa Fe. “Nunca renunció a su ciudadanía italiana. Y, en mi familia, siempre se habló del Piamonte, de la bagna cauda, del molino, de tantas historias que me contaba mi amada abuela”.
Regresar a las propias raíces
Le preguntamos a nuestra entrevistada por qué optaron por Turín. Explica que buscaban una ciudad que tuviera oportunidades de trabajo. “Estábamos entre Milán y Turín. Y elegimos Turín porque nos gustó más. Ahora, luego de haber visitado San Secondo, y a medio año de estar acá, entiendo por qué elegí esta ciudad. Porque nada es al azar, y nuestros antepasados no son un ‘papel’, una ciudadanía. Ellos van en nuestra sangre, en nuestra historia, viven en nosotros. Por eso, para mí, estar acá no es ‘haberme ido’, es ‘haber regresado’. Y si me preguntan qué significa Argentina e Italia, les digo hoy que ambos para mí son hogar”.
Autora imagen de portada: María Evangelina Nicoll.
Extraordinaria nota. Muy emocionante asi como devastador leer la crisis de valores en la hermana República de Argentina.