Enrique Santos Discépolo nació y murió en el mismo barrio. Balvanera, en el centro porteño. Solo pasaron 50 años. Vino al mundo el 27 de marzo de 1901. Y se fue de este plano el 23 de diciembre de 1951. Dicen que se murió de tristeza. Conociendo su obra y su vida, es una posibilidad cierta. Compositor, músico, dramaturgo y cineasta. Sus tangos son fundamentales y eternos. Uno, Cambalache, Malevaje, Yira Yira, Chorra. Canción desesperada, Cafetín de Buenos Aires, Esta noche me emborracho. Por nombrar solo algunos. Hablan a las claras de un poeta mayor. En el podio con Homero Manzi y los hermanos Virgilio y Homero Expósito.
Discépolo, verás que todo es mentira
Su vida fue un desgarrarse por las injusticias. Y eso se convirtió en su marca personal. No había fisura entre su obra y su vida. Su padre Santo era napolitano y había llegado a ser director de orquesta. Su madre Luisa Deluchi era genovesa. Cuando sus padres murieron, su hermano Armando se convirtió en su maestro. Y lo hizo conocer el mundo artístico. Director de teatro y dramaturgo. Creador del grotesco criollo. Con grandes obras como: Mateo, Mustafá, El Organito (escrita junto a Enrique). Discepolin empezó a actuar en 1917. Y en 1918 escribió sus primeras obras. “El señor cura”, “El hombre solo” y “Día feriado”. Y en 1923, actuó en “Mateo”.
Discépolo, si yo tuviera el corazón
Mientras Discépolo actuaba, componía tangos. Los primeros fueron “Bizcochito” y “Que vachaché”. Una noche José Razzano, ex partenaire de Gardel, lo convenció de ir a un cabaret. Discépolo no los frecuentaba por cuestiones ideológicas. Razzano insistió. Y se lo llevó de El Tropezón. El restaurante que frecuentaba junto a otros poetas. Conoció a Tania en el Follies Berger. Cantando uno de sus tangos: “Esta noche me emborracho”. Discépolo se enamoró en el acto. Ella, boquilla en mano, lo miró con desprecio. Española de Valencia, nacida como Ana Luciano Divis. Había sido desde pequeña actriz y bailarina. Accedió a ir a verlo actuar en un sainete. Le pareció buen actor. Y cenaron juntos un par de veces en El Tropezón. Pero Tania se aburría.
Todo es igual, nada es mejor
Él le mandó una caja de marrons glacés. Ella lo invitaba a tomar el té en la Richmond. Tania dejó a su marido. Discépolo se mudó al piso de Tania en Uruguay y Corrientes. Más adelante compraron una casa en La Lucila. Tania pasó de las farras y el jolgorio a las charlas intelectuales. Tenían un gato negro grande y reo llamado Morris. Discépolo era desprendido. Una vez le regaló su sobretodo a un hombre que dormía en un zaguán. Tania le quiso dar diez pesos a un pobre. Él le sacó la mano y le dio mil. “Con mil, tal vez puede solucionar algo“. Podía vivir con poco. “Los americanos bombardean Corea y comen apenas un chocolatín. Total, yo no tengo que bombardear Corea”.
¿Dónde estaba Dios cuándo te fuiste?
Muchos malos tragos le trajo hacer en radio a “Mordisquito”. Discépolo era peronista, pero no obsecuente. Algunos amigos le quitaron el saludo. En 1947, viajó a México y empezó una historia sentimental. Con la actriz Raquel Díaz de León. Tania lo fue a buscar y lo hizo volver a la Argentina. Pero en tierras aztecas dejó un hijo: Enrique Luis Discépolo. Apadrinado por Luis Sandrini y Tita Merello. Los teatros comenzaron a vaciarse por sus preferencias políticas. Y Discépolo nunca se perdonó el abandono a su hijo. Planeaba una temporada en Mar del Plata con la obra Blum. Y venía de protagonizar en cine “El Hincha”. El 23 de diciembre lo visitó Osvaldo Miranda a la mañana. A la noche se recostó en el sillón del living frente al balcón. A las diez dijo “Tania”. Y cerró sus ojos. “Burla atroz de dar todo por nada”.
Autor de la imagen de portada: Facebook Enrique Discépolo
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